Tus ojos me envenenan cuando miran
y el veneno, camuflado entre caricias,
me acerca a la soledad inevitable.
Cumplirá su misión sin miramientos,
trayéndome cruel toda tu ausencia,
imparable, tenaz e insobornable.
Veneno puro, dulce, mortal,
que mis ojos beben de los tuyos,
profundos, misteriosos, implacables.
Ojos huidizos que herméticos esconden
cualquier explicación que mitigara
mis ráfagas de pena y de reproche.
Maldito el veneno que me diste
que llena cada vena y me condena,
al sueño de añorarte cada noche.