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La izquierda disolvente

La izquierda, que fue necesaria y cumplió un papel imprescindible para luchar contra los abusos de los poderosos, se pervirtió con el comunismo, que asesinó a más de cien millones de personas, arruinó a todos los países en los que gobernó y en su intento de manipular la conducta y la naturaleza humanas, fracasó. La caída del muro y los miles de asesinados mientras trataban de escapar de los “paraísos socialistas”, son la evidente prueba de su fracaso.
Ahora, con el objetivo de volver a dominar a los pueblos, está intentando disolver las bases morales de la sociedad y todo aquello por que los hombres han luchado para defender siempre con su propia vida: la familia, la libertad, la propiedad y la patria, entendida como la nación en la que conviven todos los ciudadanos y que quieren hacer más fuerte y mejor.

Esos valores hacen que el hombre pueda enfrentarse al poder para defenderlos. Si se los quitas o haces que no los aprecie, le anulas y le dominas.
Destruir esos valores es el plan: aborto a tutiplén, ley trans, guerra de géneros, inmigración ilegal, desprestigio de los jueces y la policía, protección de los okupas, fomento del separatismo, etc, etc, etc.
Todo lo que sirva para desunir y desestabilizar es bienvenido y contribuye al objetivo de tener una sociedad deshecha y débil.

El Coronavirus y la demagogia amenazan la democracia en España.

El impacto que el Coronavirus está teniendo en España demuestra hasta qué punto los políticos que forman nuestro gobierno y los partidos que lo sustentan son unos incompetentes, unos irresponsables y unos miserables. Pero además son tan sectarios, están tan ávidos de poder y cegados por sus consignas, que han sido capaces de poner en peligro la salud de sus compatriotas mientras discutían sobre ideologías que han fracasado allí donde se han implantado, dejando tras de sí un rastro de miseria, terror y muerte.

El Gobierno no ha escatimado tiempo y dinero para ocuparse de los temas más peregrinos. Horas de reuniones, declaraciones, ejercicios de funambulismo para, por ejemplo, hacernos pensar que es normal dialogar al margen del parlamento con quien ha reiterado expresamente ante todas las instancias posibles, que quiere romper nuestro país o escuchar impávido de los condenados por sedición que lo volverán a hacer. «Volverán», destaco, no, «volverían». El matiz es muy relevante.

Pero el problema no es cómo son ellos y qué hacen ellos. El problema es que millones de personas siguen aprobando su comportamiento. El problema es que haya tantas personas con principios y formas de ver la vida que les permitan seguir sosteniendo a estos personajes en el poder. Yo no imagino quién y por qué puede apoyar, aprobar, la gestión de Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Carmen Calvo, Irene Montero, Fernando Simón o Quim Torra.

Si esta crisis no sirve para hacer ver al pueblo español quién gestiona con eficacia y quien se llena la boca de consignas sin llevar soluciones a los ciudadanos, la democracia sucumbirá. La democracia habrá sido infectada, no sólo por el Coronavirus, sino por un virus más letal: la demagogia.

Según Aristóteles, “la demagogia es la degradación o corrupción de la democracia. Es una estrategia utilizada para alcanzar el poder político. Esta se lleva a cabo mediante apelaciones a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda. La demagogia es la forma más segura de concebir el poder político, ya que no descarta la corrupción de funcionarios, el manejo a documentos, el soborno, el chantaje, entre otras cosas que buscan que el demagogo sea  naturalmente el ganador de las elecciones”.

¿Acaso cabe alguna duda de que Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y sus socios nacionalistas, no utilizan constantemente  “apelaciones a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar el apoyo popular”? ¿Alguien puede cuestionar seriamente que son unos demagogos de libro?

Hay que volver a la Grecia clásica y ver el golpe que dirige Platón al gobierno “de los muchos” que no alude a un aspecto procedimental determinado, sino a la concepción del mundo y del hombre que está en el fundamento de la democracia. Cuestiona la idea de que “los ciudadanos, llamados para decidir sobre cuestiones cruciales para la vida colectiva, tengan el suficiente discernimiento para apreciar la distinta consistencia de las palabras”. 

Y más recientemente escribe Norberto Bobbio: 

“La principal razón que nos permite defender a la democracia como la mejor forma de gobierno o la menos mala, se encuentra en el presupuesto de que el individuo como persona moral y racional, es el mejor juez sobre su propio interés”

Cada voto a favor de los demagogos que hoy gobiernan en la mayor parte del territorio español pone de manifiesto que los electores votan en función de sus “prejuicios, emociones, miedos y esperanzas” convenientemente manipulados y que desde luego no tienen “suficiente discernimiento para apreciar la distinta consistencia de las palabras” y por consiguiente “no son los mejores jueces sobre su propio interés”.

No cabe duda de que la izquierda ha colocado sus mantras en un nivel  de éxito pasmoso y ese éxito tiene un efecto directo en la orientación del voto. Esos mantras son las mentiras, las patrañas, que excitan sentimientos primarios, miedos y odios ancestrales de las que se vale el demagogo del que hablan Aristóteles y Platón. Y por eso hay que desmontarlos a cada oportunidad.

“Los empresario son explotadores”. “Monarquía equivale corrupción”.“España nos roba”.“El ejército es caro y no sirve para nada”

Sin empresarios no habría riqueza. No tendríamos comida en los supermercados ni ropa en las tiendas. No tendríamos mascarillas ni paracetamol. Cuando el Estado trata de sustituir a las empresas, fracasa, Siempre ha sido así, es así hoy en día y seguiría siendo así. Cuando en una sociedad se eliminan la propiedad, la competencia, la posibilidad de progresar y la libertad, los individuos que la forman languidecen progresivamente hasta que, incapaces de superar la abulia, la frustración, la miseria y la tristeza, huyen o mueren.

De entre las democracias más valoradas del mundo, la mayoría son monarquías. La forma de Estado no garantiza ni limita la calidad democrática de una sociedad. Turquía y Alemania son dos repúblicas. Marruecos y Suecia dos monarquías.  Y el presidente de una república puede ser además de un corrupto un perfecto imbécil, como corrupto e inepto puede ser un rey.

A los catalanes y al resto de lo españoles, por cierto, nos ha robado Pujol y ahora nos toman el pelo y nos siguen robando Puigdemont y compañía. España ha hecho de Cataluña y del País Vasco territorios privilegiados y tanto las leyes anteriores a la Constitución del 78 como el trabajo de los españoles de otras zonas de España, las han hecho ricas.

El ejército sirve para mantener la paz, la integridad territorial y la seguridad. Ellos están obligados, por su honor y por la ley, a dar su vida por todos nosotros. Por los energúmenos que aplauden el secuestro y el asesinato para defender sus ensoñaciones independentistas y por el que deja tetrapléjico a un policía y mata por ver unos tirantes con la bandera de España. Por esos también.

La demagogia infecta el sistema de representación hasta el punto de que la maquinaria del poder no puede renunciar a ella. Plantear medidas democráticas reales, despojar de los privilegios a los políticos, exigir transparencia en las decisiones, responsabilidades a los corruptos y castigo para los que mienten a los electores incumpliendo sistemáticamente el contrato que supone un programa electoral o el plan de alianzas para gobernar, sería demoledor para los profesionales de la cosa pública. Pocos sobrevivirían al nuevo esquema y por lo tanto actuarán en legítima defensa y no favorecerán ningún cambio que amenace su confortable modo de vida. 

Visto todo lo cual, a los que vienen predicando el evangelio de la revolución, hay que decirles que tienen razón.

La revolución hoy es más necesaria que nunca.

Tenemos que hacer la revolución de la sensatez antes de que nos hagan la revolución del terror.

La revolución que defiende el ejercicio del pensamiento crítico, contra la dictadura de lo políticamente correcto y el pensamiento Alicia, dos formas de aludir a esos paquetes de mensajes inspirados por lo que el demagogo cree que el rebaño quiere oir.

Tenemos que hacer la revolución contra la ignorancia. La revolución contra la manipulación. La revolución contra la estupidez.

Tenemos que hacer la revolución contra aquellos que están decididos a destruir nuestro estilo de vida arrebatándonos lo que hemos conseguido tras siglos de civilización.

Este gobierno, que será recordado siempre como el gobierno del coronavirus y la demagogia, no amenaza sólo la salud de los ciudadanos. Amenaza la estabilidad del régimen de libertades que consagra la Constitución del 78, amenaza la integridad territorial de España y amenaza la convivencia pacífica entre los españoles.

Y amenaza de forma particularmente peligrosa, el bien más preciado que hemos conseguido en el occidente civilizado y todavía hoy disfrutamos. Lo que más odian: la idea misma de libertad.

Carta deAlfonso Ussía a Amancio Ortega:

No lo conozco personalmente. Sí, por sus hechos, sus gestos y sus méritos. A nadie aborrecen más los vagos del nuevo estalinismo, Iglesias, Echenique, la «chica de la igualdad» –así es como moteja Carmen Calvo a Irene Montero-, que a este gran empresario que empezó repartiendo paquetes en una camioneta y hoy es una de las mayores fortunas del mundo. Lo que más odia un comunista es a un trabajador que triunfa, que trabaja, que arriesga y obtiene los beneficios de su esfuerzo. Ahora están más indignados que nunca, porque voluntariamente y de su bolsillo, se ha propuesto, una vez más, ayudar de forma desinteresada a sus compatriotas desamparados por la funesta gestión del Gobierno social-comunista de la pandemia del Covid 19. Lleva donados a la Sanidad Pública y la Privada casi mil millones de euros para dotarlas de los aparatos más avanzados para combatir el cáncer. En este caso, y sólo como principio, ha destinado diez millones de euros para superar las lagunas –más bien océanos-, del Gobierno de España en su aparente combate contra el virus que ya ha matado a 600 españoles. Ha donado 300.000 mascarillas, fabricadas por su empresa, y nadie del Gobierno ineficaz y traidor se lo ha agradecido. Y ha puesto en marcha en sus talleres, un sector exclusivamente dedicado a fabricar ropa adecuada y aislante para los sanitarios y toda suerte de personas que se ven obligadas a permanecer en los hospitales y residencias de ancianos en contacto con los contagiados y enfermos. Y cada vez que anuncia una nueva generosidad social, el odio de los vagos de Podemos se incrementa. Los españoles enclaustrados en sus casas, aplauden todos los días a quienes velan por su salud. Primero a los sanitarios, pero sus palmas rompen también por los transportistas, que en condiciones heroicas, abastecen los mercados. Por los quiosqueros que abren para que los ciudadanos estén informados. Para los militares y Fuerzas de Seguridad del Estado, que desinfectan los establecimientos públicos y controlan el cumplimiento de las normas de la cuarentena. Para todos aquellos que en momentos tan extraordinariamente graves y trágicos, se ofrecen para mantenernos la esperanza. Pues bien, en ese aplauso unánime y voluntario, que nada tiene que ver con caceroladas resentidas e impulsadas por activistas comunistas inmersos en el Gobierno, tendría que estar en el pensamiento de los que muestran su gratitud libremente, Amancio Ortega, el empresario generoso, el español que individualmente más y con más eficacia contribuye a la salud y bienestar de sus compatriotas.
Los gallitos y las gallinas cacareantes de Podemos, cuando de Amancio Ortega se trata, cacarean superando los tonos agudos del histerismo, desde los millonarios del chalé en Galapagar al científico argentino que sin haber cotizado jamás, defraudó a la Seguridad Social que le había regalado la carísima silla que le negó la Seguridad Social argentina. Y sus paniaguados de la información televisiva, desde Évole a Wyoming, todos millonarios comunistas –y en el caso de Évole, amigo de terroristas y separatista camuflado-, no han dado un paso para donar ni una migaja de sus dineros a los necesitados. La empresa privada, ya ha iniciado sus movimientos para mitigar los males de todos, que eso es la pandemia, un mal común. Pequeños empresarios inmobiliarios ya han ofrecido sus apartamentos para reconvertirlos temporalmente en residencias para ancianos y contagiados. Y los farmacéuticos – también héroes nacionales-, invierten dieciocho horas diarias en la atención de los necesitados. Pero en Podemos y el sector más podemita del PSOE, denigran a Amancio Ortega y ordenan a sus paniaguados, por orden de Iván Redondo, que minimicen su extraordinaria generosidad.
El Alcalde de Madrid y la Presidente de la Comunidad, José Luis Martínez Almeida e Isabel Díaz Ayuso, se engrandecen cada día con la seriedad de su trabajo, y eso no cae bien en el Gobierno de España. Isabel Díaz Ayuso ha exigido al Gobierno que le haga llegar el material previamente prometido. En pocas semanas, ese material será innecesario, porque habrá cubierto la demanda Amancio Ortega, y es probable – no le deseo mal a nadie-, que gracias a él sean tratados con más eficacia y profilaxis algunos de los voceros del Gobierno o del estalinismo bolivariano.
De tener responsabilidades políticas algún día –tan probable en mi persona como someterme a una operación de transexualidad-, sometería a votación la creación de un monumento a Amancio Ortega frente al ministerio de Sanidad. Con una leyenda: «Al Trabajo y la Generosidad con sus compatriotas».
Como español, todavía no afectado por el contagio, pero entregado a lo que venga, considero un deber de justicia agradecer a quien desde una camioneta de reparto se ha convertido en uno de los diez empresarios más grandes del mundo –trabajando, podemitas, trabajando-, y en el más generoso con sus compatriotas. Gracias, don Amancio.

La izquierda es paro y miseria. Tuit Alvise Pérez.

twitter.com/alvisepf/status/1109768236168634368

Desempleo (EPA):

González (1982-1996): +1.35M

Aznar (1996-2004): -1.39M

Zapatero (2004-2011): +2.73M

Rajoy (2011-2018): -1.65M

En 8 meses @SanchezCastejon ha:

– Destruido 123.000 empleos

– +56.676M de gasto público

– +7% destrucción de empresas

De mayo del 68 a noviembre del 18: crisis de la democracia y rescate civil – elasterisco – Opiniones y notas al margen

Los populismos –del separatismo a Podemos y a Vox- son las fuerzas que se benefician en primera instancia de esta crisis de la democracia
— Read on www.elasterisco.es/crisis-de-la-democracia/

VOX nos ha devuelto la voz

Creer que España es mejor y más fuerte unida que desmembrada, que el gasto en estructuras políticas que no aportan valor es excesivo, que la sanidad, la justicia y la seguridad deben ser iguales en derechos y obligaciones para todos los españoles, no es ser un centralista peligroso que no entiende los beneficios de reconocer y admirar la diversidad cultural y los beneficios de la descentralización administrativa.

Querer que los delincuentes que sigan suponiendo un peligro para la sociedad no salgan de la carcel, no es ser una persona sin empatía que no cree en la reinserción y que no muestra sensibilidad hacia las personas que han errado su camino y que no quiere darle oportunidades a quienes las merecen.

Querer que las mujeres sean tratadas igual que los hombres ante la ley no significa no reconocer que dada la desigualdad física y el machismo imperante en ciertas culturas o estratos de la sociedad no haya que protegerlas especialmente en todas las situaciones en las que sea necesario sin escatimar recursos. Pero eso no implica aceptar que el hombre sea culpable por defecto.

Qieeer que haya orden en las calles, que se respeten los símbolos y las instituciones del Estado como la bandera, el himno, el ejército, la justicia y SM el Rey, no significa ser un monarquico absolutista defensor de la Inquisición.

Admirar la historia de España e identificarse con muchas de sus hazañas bélicas y culturales, no es ser un nostálgico imperialista que añora tener a los indios esclavizados.

Querer que la educación y el idioma no sean una herramienta para generar odio entre los españoles no es ser un tirano que niegue las hechos culturales de cada territorio de España.

Querer que la inmigración se organice y se regule para que beneficie a España y a los inmigrantes, no es ser xenófobo, es ser realista y tener sentido común.

Me gustaría saber, de las ideas expresadas arriba, con cuales no están de acuerdo aquellos de mis amigos y conocidos que se resisten a aceptar a VOX sin prejuicios, simplemente como un partido de orden que se ha limitado a devolvernos la voz a los que estábamos marginados, ignorados y silenciados por un PP acomplejado, compitiendo con el PSOE por ver quién es más socialdemócrata y más progre.

Votar a VOX no implica ser machista, ni xenófobo, ni nacionalista español, ni ultracatolico.

Significa creer en ciertos valores y principios, decirlo, no ser pusilánime al defenderlos, asumir los riesgos de actuar en lugar de contemplar plácidamente cómo todos los valores de la civilización europea, grecorromana y judeocristiana en su origen filosófico y liberal en lo económico, son disueltos por el ácido del infantilismo, el pensamiento Alicia y los retazos de un marxismo-leninismo que se resiste a aceptar su derrota, que está escrita con tinta indeleble en cada una de las piedras del muro de Berlín. Tinta que es sangre de los asesinados que trataron sin éxito de salir del paraíso comunista.

Es luchar con determinación contra el virus que infecta a millones de walking dead de la política. Son los vivos que se alimentan de las victimas del comunismo. Caminan ansiosos sin más plan que devorar, contaminar, destruir. Solo sirven para eso. Y la humanidad que aspira a resistir para que el mundo vuelva a la normalidad debe recurrir a las fuerzas que están dispuestas a luchar con valor, sin medias tintas y hasta la extenuación, por la libertad.