La democracia traicionada


Expansión Pro Orbyt.

Enrique Calvet

29/08/2020

Dos ‘errores’ que nos crucifican

Descubra Orbyt

Nuestro ínclito presidente de Gobierno en su primera aparición solemne posvacacional soltó dos cargas de profundidad que conviene tener muy en cuenta para preparar nuestro futuro o para protegernos contra el futuro que nos prepara. No sería inteligente tomar su show televisado a la ligera ni tratarlo como una chanza más, ni centrarse en lo superficial o en animadversiones o adhesiones epidérmicas. 

La menor de las cargas surgió cuando Pedro Sánchez conminó una vez más a la “oposición”, sea lo que sea eso, a admitir el resultado democrático de las últimas elecciones. Es decir, a admitir su perpetuación en el Gobierno con los apoyos actuales, todos, porque a todos necesita, de aquí a Teruel, ya que eso votaron la mayoría de los españoles, y a dejar de oponerse (tarea de la oposición) para apoyar al engendro caleidoscópico, o a él mismo, porque, si no, “no se es demócrata”. Si realmente eso piensa, comete un tremendo error que, precisamente, atenta gravemente contra el espíritu de una democracia libre moderna. A un presidente de Gobierno de una Nación occidental mediana y del grupo de las más prósperas mundiales se le presupone el nivel cultural y de inteligencia para saber que una democracia es mucho más que un sistema de elecciones periódicas con más o menos libertad de expresión e información. Por ejemplo, requiere un método electoral racional en la representatividad y, mucho más importante, una masa de votantes con libertad plena de elección, pero siempre desde la información y el conocimiento razonable de lo que se le propone, nunca radical y groseramente engañados. Pues bien, un número indeterminado pero nada despreciable de votantes votaron a Pedro Sánchez, y decimos bien Pedro Sánchez, pues personalizó la campaña, porque prometió que jamás pactaría con Podemos ni se apoyaría en los destructores de España y el bien común. Y lo hizo con frases innecesariamente tajantes y definitivas (como que le quitaba el sueño la mera idea de gobernar con Podemos, ahí están hemerotecas y youtubes). Pocas promesas, pocos compromisos fueron tan contundentemente adquiridos ante los votantes… en la historia de la Democracia española. Pero la misma noche del día electoral ya tenía preparado el plan para crear un Gobierno de coalición con Podemos. Grandiosa estafa democrática, la más burda que recordamos. Creó un Ejecutivo antitético a lo prometido con los apoyos que había repudiado solemnemente. Como resultado de ello, el Gobierno actual no representa la realidad democrática de la sociedad, ni muchísimo menos. Cuantitativamente, tan sólo un 38,18 % del cuerpo electoral figura en este Ejecutivo. De muchos de los cuales se puede dudar, democráticamente, que hubiesen tenido la misma actitud de no haber existido el compromiso trascendental del presidente Sánchez que resultó ser un gigantesco engaño atrapa-votos. También muchos abstencionistas hubieran actuado distinto de saber que Pedro Sánchez engañaba radicalmente, por eso los tenemos en cuenta. Pero además existe el agravante de que la creación de este Gobierno ha permitido dar poder, no a alternativas ordinarias en una dinámica democrática, sino a grupos muy minoritarios de enclave territorial radicalmente atentatorios al bien común de los españoles y que provocan un rechazo absoluto y transversal de los votantes demócratas (secesionistas, protoracistas, protogolpistas, filoterroristas, etc…). En resumen, la visión de nuestro presidente de la democracia española es que la única vía demócrata es aceptar su engaño táctico, pero brutal, y que la sociedad masivamente respalda el engaño. Si aceptamos eso estamos poniendo un clavo de oro en el ataúd de una real democracia en España, y entramos en un régimen antidemocrático con puertas abiertas hacia el totalitarismo. Un sistema de libertades necesita de un mínimo respeto a la verdad y a los compromisos. 

La segunda carga de profundidad, que pasó bastante desapercibida, fue cuando definió la labor de Gobierno. Ésta consistiría, según Sánchez, en orientar, apoyar, ayudar y colaborar con las decisiones que tomase cada región por su cuenta. Justo lo que hace la Comisión Eu- ropea con los Estados miembros de la UE, con sus enormes fallos (¿euroorden?) y limitaciones. Pero la UE es un acuerdo entre Estados mientras que España es, o fue pero debe ser, una entidad política compacta que es obligado gobernar. 

El presidente Sánchez, con esa declaración, su apelación a la nueva cantinela de la cogobernanza, y las decisiones aberrantes sobre el Estado de Alarma o la entrega del uso del ejército nacional, estaba profundizando enormemente en el desguace de España, en la desaparición casi total del Estado en muchas regiones, y avanzando a pasos de gigantes en la ingobernabilidad de España y en la desigualdad en prosperidad y libertad de sus ciudadanos. No era un anuncio de “no medidas” coyunturales ante la crisis sino una declaración de camino de Gobierno hacia una España de cacicatos. Un posible entierro definitivo de una España de ciudadanos unidos, libres, iguales y solidarios. Para el que esto firma anunciaba una vía de destrucción hasta el colapso final. 

Presidente de ULIS y exeuroparlamentario

Estaña no es ya una democracia real

Los españoles no estamos representados en las Cortes proporcionalmente. Las decisiones sobre España las toma un gobierno apoyado por partidos que no representan a los españoles sino a algunos votantes de algunas regiones. Los caciques están decidiendo por todos.

España ya NO es una democracia. La democracia en España está secuestrada por los partidos que quieren destruir España y la democracia. Y por los medios que les apoyan. Es urgente reformar la ley electoral y evitar que ningún partido sin representación nacional pueda presentarse a las elecciones. Es los más importante. Todos los problemas parten de esa ley

Claro que nos representan

Con permiso. Es lo que hay.

Patente de corso de Arturo Pérez-Reverte

Me cae bien Ana Pastor, la presidenta del Parlamento español. Sólo he conversado con ella dos veces, pero creo que es eficaz y honorable, y por eso me enternecen los disgustos que se lleva. Los esfuerzos que hace para controlar, o limitar al menos, la zafiedad y la grosería de algunos políticos que han tomado el palacio de las Cortes por un patio de facultad, una taberna de borrachos o una porqueriza donde criar cerdos.

No debe de ser fácil lidiar, por ejemplo, con la soez condición populista del diputado Cañamero, que suele confundir la carrera de San Jerónimo con una feria de animales y gañanes, o con la asombrosa estolidez intelectual del diputado Rufián, cuyo oportunismo y desvergüenza crean verdaderas obras maestras para YouTube. Aunque es justo reconocer que no se trata de elementos aislados, sino que forman parte de un conjunto o una tendencia. De unas maneras nuevas, pintorescas, dispuestas, como hacen los chuchos, a mear territorio. A hacerse también su hueco y su clientela. A darle un aspecto nuevo al viejo negocio de medrar y trincar.

Pensaba en eso el otro día, viendo imágenes de un pleno municipal, no sé en qué ciudad española. Y allí estaba la cámara, en la sala noble, mostrando a un sujeto en pleno discurso, vestido con una camiseta y un pantalón corto, largando con una grosería verbal y un desparpajo escalofriantes. Fue eso lo que me hizo pensar en Ana Pastor y sus problemas de protocolo. Y los que vendrán, me dije. Al final acabarán subiendo a la tribuna del Parlamento en pantalón corto y chanclas. Y de algo estoy seguro: nadie se atreverá a prohibirlo. Ni siquiera a reprochárselo. Porque es lo que tenemos y vamos a tener: la ausencia de educación, la falta de respeto a las instituciones, sin considerar que por imperfectas que sean, por mucho golfo con balcones a la calle que anide en los escaños, degradarlas es una ofensa a los ciudadanos que sí creen en tales instituciones. Incluso a quienes votaron a esos nuevos representantes para que hagan oír su voz en ellas.

Y no se me cuelguen de lo fácil. Hay gente en camiseta perfectamente honrada, y corbatas llevadas por desvergonzados ladrones de traje a medida, gentuza atildada que ha robado sin escrúpulos. Naturalmente. Pero hoy hablo menos de honradez, aunque también, que de educación y maneras. Y de nuestra responsabilidad en todo eso, pues todos nosotros, por acción u omisión, somos causa de que unos y otros estén allí. Hay quien vota a Rufián y a Cañamero, hay quien vota a los que saquearon Cataluña envueltos en la señera, hay quien vota al partido del chófer, la cocaína y las putas, o al de ese don Tancredo que decía «sé fuerte, Luis» al sinvergüenza de su amigo Bárcenas. Y hay quien no vota a nadie; pero no por resultado de un proceso intelectual que lo lleve al escepticismo, sino por apatía, desidia, indiferencia. Porque prefiere quedarse en casa viendo el fútbol.

No es verdad que no nos representen. Nos representan todos ellos, los unos y los otros. Los decentes, y también los corruptos y los guarros de ambos sexos. Da igual que digan usted y su señoría o que eructen su zafiedad y baja estofa: todos representan a la España que los ha votado. Aunque esa España sea un lugar grotesco y a ratos bajuno, es una democracia. Alguna vez escribí que de poco aprovechan las urnas si quien vota es un analfabeto sin criterio, presa fácil de populistas y sinvergüenzas. Pero también es cierto que a ese analfabeto llevamos varias generaciones fabricándolo con sumo esmero y entusiasmo suicida. Somos lo que nosotros mismos hemos hecho de nosotros. La marca España.

Por eso no conviene olvidar que a esos parlamentarios y políticos los hemos llevado hasta allí ustedes y yo. Entre los españoles hay ciudadanos dignos y honorables, pero también gentuza. Y la gentuza tiene, naturalmente, derecho a votar a los suyos. Eso prueba que somos una democracia representativa, porque es imposible representarnos mejor. Nuestros diputados son el trasunto de millones de ciudadanos que los eligieron. Podemos protestar al verlos manifestar nuestras más turbias esencias, podemos asistir boquiabiertos al repugnante espectáculo que dan, podemos, incluso, ciscarnos en sus muertos más frescos. Pero no debemos mostrarnos sorprendidos. Esto es España, vivero secular de pícaros y criminales, donde ser lúcido, valiente u honrado aparejó siempre mucha desgracia y gran desesperanza. Un Parlamento sin gentuza, lleve corbata o lleve chanclas para rascarse a gusto las pelotillas de los pies, no sería representativo de lo que también somos. Así que ya saben. A disfrutarnos.

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Publicado el 4 de junio de 2017 en XL Semanal.

Cambio en el modelo de distribución

¿Cómo está afectando la globalización y el comercio electrónico a los modelos de distribución convencional?
Hace no tantos años, cuando una empresa de pequeño tamaño quería vender en un país distinto al suyo, valoraba como una de las opciones elegir un distribuidor en ese país. Le aportaría el conocimiento del mercado local, los contactos con los clientes y los servicios de logística, distribución y algo de marketing local. Le vendía contenedores y con un margen razonable tenía su negocio, basado en la ausencia de costes asociados a esas ventas locales.
Hoy los precios de producción reducen los márgenes del proveedor y por lo tanto se estrecha el del distribuidor que tiene cada vez más difícil cubrir esos costes directos. Pero lo más importante y por lo qe abro este debate es que hoy es más fácil conocer a los clientes. El mundo se ha hecho más pequeño, los compradores habla idiomas, la información está en la web y los servicios de logística y distribución se subcontratan de forma que progresivamente, el distribuidor se hace menos necesario. La supervivencia pasa por redefinir el modelo y especializarse en los servicios que el proveedor necesita y que le costaría un esfuerzo añadido conseguir por sí mismo. El precio de esos servicios debe ser un precio que al proveedor le compense pagar en lugar de actuar directamente y que al distribuidor le permita tener el margen deseado. Esto pasa por adelgazar estructuras y aportar las dos cosas esenciales que el proveedor necesita: la relación estable con los grandes clientes y una información detallada de lo que pasa en cada mercado, con sus producto y con los de la competencia. El distribuidor se convierte entonces en un socio con gran valor.
Escrito en septiembre de 2011.

El Coronavirus y la demagogia amenazan la democracia en España.

El impacto que el Coronavirus está teniendo en España demuestra hasta qué punto los políticos que forman nuestro gobierno y los partidos que lo sustentan son unos incompetentes, unos irresponsables y unos miserables. Pero además son tan sectarios, están tan ávidos de poder y cegados por sus consignas, que han sido capaces de poner en peligro la salud de sus compatriotas mientras discutían sobre ideologías que han fracasado allí donde se han implantado, dejando tras de sí un rastro de miseria, terror y muerte.

El Gobierno no ha escatimado tiempo y dinero para ocuparse de los temas más peregrinos. Horas de reuniones, declaraciones, ejercicios de funambulismo para, por ejemplo, hacernos pensar que es normal dialogar al margen del parlamento con quien ha reiterado expresamente ante todas las instancias posibles, que quiere romper nuestro país o escuchar impávido de los condenados por sedición que lo volverán a hacer. «Volverán», destaco, no, «volverían». El matiz es muy relevante.

Pero el problema no es cómo son ellos y qué hacen ellos. El problema es que millones de personas siguen aprobando su comportamiento. El problema es que haya tantas personas con principios y formas de ver la vida que les permitan seguir sosteniendo a estos personajes en el poder. Yo no imagino quién y por qué puede apoyar, aprobar, la gestión de Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Carmen Calvo, Irene Montero, Fernando Simón o Quim Torra.

Si esta crisis no sirve para hacer ver al pueblo español quién gestiona con eficacia y quien se llena la boca de consignas sin llevar soluciones a los ciudadanos, la democracia sucumbirá. La democracia habrá sido infectada, no sólo por el Coronavirus, sino por un virus más letal: la demagogia.

Según Aristóteles, “la demagogia es la degradación o corrupción de la democracia. Es una estrategia utilizada para alcanzar el poder político. Esta se lleva a cabo mediante apelaciones a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda. La demagogia es la forma más segura de concebir el poder político, ya que no descarta la corrupción de funcionarios, el manejo a documentos, el soborno, el chantaje, entre otras cosas que buscan que el demagogo sea  naturalmente el ganador de las elecciones”.

¿Acaso cabe alguna duda de que Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y sus socios nacionalistas, no utilizan constantemente  “apelaciones a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar el apoyo popular”? ¿Alguien puede cuestionar seriamente que son unos demagogos de libro?

Hay que volver a la Grecia clásica y ver el golpe que dirige Platón al gobierno “de los muchos” que no alude a un aspecto procedimental determinado, sino a la concepción del mundo y del hombre que está en el fundamento de la democracia. Cuestiona la idea de que “los ciudadanos, llamados para decidir sobre cuestiones cruciales para la vida colectiva, tengan el suficiente discernimiento para apreciar la distinta consistencia de las palabras”. 

Y más recientemente escribe Norberto Bobbio: 

“La principal razón que nos permite defender a la democracia como la mejor forma de gobierno o la menos mala, se encuentra en el presupuesto de que el individuo como persona moral y racional, es el mejor juez sobre su propio interés”

Cada voto a favor de los demagogos que hoy gobiernan en la mayor parte del territorio español pone de manifiesto que los electores votan en función de sus “prejuicios, emociones, miedos y esperanzas” convenientemente manipulados y que desde luego no tienen “suficiente discernimiento para apreciar la distinta consistencia de las palabras” y por consiguiente “no son los mejores jueces sobre su propio interés”.

No cabe duda de que la izquierda ha colocado sus mantras en un nivel  de éxito pasmoso y ese éxito tiene un efecto directo en la orientación del voto. Esos mantras son las mentiras, las patrañas, que excitan sentimientos primarios, miedos y odios ancestrales de las que se vale el demagogo del que hablan Aristóteles y Platón. Y por eso hay que desmontarlos a cada oportunidad.

“Los empresario son explotadores”. “Monarquía equivale corrupción”.“España nos roba”.“El ejército es caro y no sirve para nada”

Sin empresarios no habría riqueza. No tendríamos comida en los supermercados ni ropa en las tiendas. No tendríamos mascarillas ni paracetamol. Cuando el Estado trata de sustituir a las empresas, fracasa, Siempre ha sido así, es así hoy en día y seguiría siendo así. Cuando en una sociedad se eliminan la propiedad, la competencia, la posibilidad de progresar y la libertad, los individuos que la forman languidecen progresivamente hasta que, incapaces de superar la abulia, la frustración, la miseria y la tristeza, huyen o mueren.

De entre las democracias más valoradas del mundo, la mayoría son monarquías. La forma de Estado no garantiza ni limita la calidad democrática de una sociedad. Turquía y Alemania son dos repúblicas. Marruecos y Suecia dos monarquías.  Y el presidente de una república puede ser además de un corrupto un perfecto imbécil, como corrupto e inepto puede ser un rey.

A los catalanes y al resto de lo españoles, por cierto, nos ha robado Pujol y ahora nos toman el pelo y nos siguen robando Puigdemont y compañía. España ha hecho de Cataluña y del País Vasco territorios privilegiados y tanto las leyes anteriores a la Constitución del 78 como el trabajo de los españoles de otras zonas de España, las han hecho ricas.

El ejército sirve para mantener la paz, la integridad territorial y la seguridad. Ellos están obligados, por su honor y por la ley, a dar su vida por todos nosotros. Por los energúmenos que aplauden el secuestro y el asesinato para defender sus ensoñaciones independentistas y por el que deja tetrapléjico a un policía y mata por ver unos tirantes con la bandera de España. Por esos también.

La demagogia infecta el sistema de representación hasta el punto de que la maquinaria del poder no puede renunciar a ella. Plantear medidas democráticas reales, despojar de los privilegios a los políticos, exigir transparencia en las decisiones, responsabilidades a los corruptos y castigo para los que mienten a los electores incumpliendo sistemáticamente el contrato que supone un programa electoral o el plan de alianzas para gobernar, sería demoledor para los profesionales de la cosa pública. Pocos sobrevivirían al nuevo esquema y por lo tanto actuarán en legítima defensa y no favorecerán ningún cambio que amenace su confortable modo de vida. 

Visto todo lo cual, a los que vienen predicando el evangelio de la revolución, hay que decirles que tienen razón.

La revolución hoy es más necesaria que nunca.

Tenemos que hacer la revolución de la sensatez antes de que nos hagan la revolución del terror.

La revolución que defiende el ejercicio del pensamiento crítico, contra la dictadura de lo políticamente correcto y el pensamiento Alicia, dos formas de aludir a esos paquetes de mensajes inspirados por lo que el demagogo cree que el rebaño quiere oir.

Tenemos que hacer la revolución contra la ignorancia. La revolución contra la manipulación. La revolución contra la estupidez.

Tenemos que hacer la revolución contra aquellos que están decididos a destruir nuestro estilo de vida arrebatándonos lo que hemos conseguido tras siglos de civilización.

Este gobierno, que será recordado siempre como el gobierno del coronavirus y la demagogia, no amenaza sólo la salud de los ciudadanos. Amenaza la estabilidad del régimen de libertades que consagra la Constitución del 78, amenaza la integridad territorial de España y amenaza la convivencia pacífica entre los españoles.

Y amenaza de forma particularmente peligrosa, el bien más preciado que hemos conseguido en el occidente civilizado y todavía hoy disfrutamos. Lo que más odian: la idea misma de libertad.

Carta deAlfonso Ussía a Amancio Ortega:

No lo conozco personalmente. Sí, por sus hechos, sus gestos y sus méritos. A nadie aborrecen más los vagos del nuevo estalinismo, Iglesias, Echenique, la «chica de la igualdad» –así es como moteja Carmen Calvo a Irene Montero-, que a este gran empresario que empezó repartiendo paquetes en una camioneta y hoy es una de las mayores fortunas del mundo. Lo que más odia un comunista es a un trabajador que triunfa, que trabaja, que arriesga y obtiene los beneficios de su esfuerzo. Ahora están más indignados que nunca, porque voluntariamente y de su bolsillo, se ha propuesto, una vez más, ayudar de forma desinteresada a sus compatriotas desamparados por la funesta gestión del Gobierno social-comunista de la pandemia del Covid 19. Lleva donados a la Sanidad Pública y la Privada casi mil millones de euros para dotarlas de los aparatos más avanzados para combatir el cáncer. En este caso, y sólo como principio, ha destinado diez millones de euros para superar las lagunas –más bien océanos-, del Gobierno de España en su aparente combate contra el virus que ya ha matado a 600 españoles. Ha donado 300.000 mascarillas, fabricadas por su empresa, y nadie del Gobierno ineficaz y traidor se lo ha agradecido. Y ha puesto en marcha en sus talleres, un sector exclusivamente dedicado a fabricar ropa adecuada y aislante para los sanitarios y toda suerte de personas que se ven obligadas a permanecer en los hospitales y residencias de ancianos en contacto con los contagiados y enfermos. Y cada vez que anuncia una nueva generosidad social, el odio de los vagos de Podemos se incrementa. Los españoles enclaustrados en sus casas, aplauden todos los días a quienes velan por su salud. Primero a los sanitarios, pero sus palmas rompen también por los transportistas, que en condiciones heroicas, abastecen los mercados. Por los quiosqueros que abren para que los ciudadanos estén informados. Para los militares y Fuerzas de Seguridad del Estado, que desinfectan los establecimientos públicos y controlan el cumplimiento de las normas de la cuarentena. Para todos aquellos que en momentos tan extraordinariamente graves y trágicos, se ofrecen para mantenernos la esperanza. Pues bien, en ese aplauso unánime y voluntario, que nada tiene que ver con caceroladas resentidas e impulsadas por activistas comunistas inmersos en el Gobierno, tendría que estar en el pensamiento de los que muestran su gratitud libremente, Amancio Ortega, el empresario generoso, el español que individualmente más y con más eficacia contribuye a la salud y bienestar de sus compatriotas.
Los gallitos y las gallinas cacareantes de Podemos, cuando de Amancio Ortega se trata, cacarean superando los tonos agudos del histerismo, desde los millonarios del chalé en Galapagar al científico argentino que sin haber cotizado jamás, defraudó a la Seguridad Social que le había regalado la carísima silla que le negó la Seguridad Social argentina. Y sus paniaguados de la información televisiva, desde Évole a Wyoming, todos millonarios comunistas –y en el caso de Évole, amigo de terroristas y separatista camuflado-, no han dado un paso para donar ni una migaja de sus dineros a los necesitados. La empresa privada, ya ha iniciado sus movimientos para mitigar los males de todos, que eso es la pandemia, un mal común. Pequeños empresarios inmobiliarios ya han ofrecido sus apartamentos para reconvertirlos temporalmente en residencias para ancianos y contagiados. Y los farmacéuticos – también héroes nacionales-, invierten dieciocho horas diarias en la atención de los necesitados. Pero en Podemos y el sector más podemita del PSOE, denigran a Amancio Ortega y ordenan a sus paniaguados, por orden de Iván Redondo, que minimicen su extraordinaria generosidad.
El Alcalde de Madrid y la Presidente de la Comunidad, José Luis Martínez Almeida e Isabel Díaz Ayuso, se engrandecen cada día con la seriedad de su trabajo, y eso no cae bien en el Gobierno de España. Isabel Díaz Ayuso ha exigido al Gobierno que le haga llegar el material previamente prometido. En pocas semanas, ese material será innecesario, porque habrá cubierto la demanda Amancio Ortega, y es probable – no le deseo mal a nadie-, que gracias a él sean tratados con más eficacia y profilaxis algunos de los voceros del Gobierno o del estalinismo bolivariano.
De tener responsabilidades políticas algún día –tan probable en mi persona como someterme a una operación de transexualidad-, sometería a votación la creación de un monumento a Amancio Ortega frente al ministerio de Sanidad. Con una leyenda: «Al Trabajo y la Generosidad con sus compatriotas».
Como español, todavía no afectado por el contagio, pero entregado a lo que venga, considero un deber de justicia agradecer a quien desde una camioneta de reparto se ha convertido en uno de los diez empresarios más grandes del mundo –trabajando, podemitas, trabajando-, y en el más generoso con sus compatriotas. Gracias, don Amancio.

Memoria histórica

Memoria histórica? Estáis seguros? Pues venga, dadle al play @PSOE @PODEMOS. Os aseguro que lo único que hay que hacer es perdonarnos y luchar juntos para que las diferencias políticas nunca nos obliguen a tener en la memoria las trágicas consecuencias del odio.

El sentido de la vida

Entiendo la vida como la evolución constante de la materia y de la conciencia y todos los elementos que las conforman. El único objetivo es aprender y para aprender tienen que seguir existiendo (sobrevivir), mejorar sus habilidades y competir.

Mi pregunta es: ¿cuál es el final del aprendizaje? ¿Quién ha decidido que participemos en esta carrera? Sin duda será el mismo que dé los trofeos, que califique el examen pero ¿quién, por qué y para qué?